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jueves, 10 de diciembre de 2009

EL DESNUDO EN EL ARTE. LA BELLEZA ANATÓMICA.

Tal vez haya sido éste el tema más polémico, controvertido y discutido de la historia de la pintura. Hoy en día a nadie en su sano juicio se le ocurriría escandalizarse por la contemplación de un cuerpo humano desnudo. No tendría sentido sentirse ofendido, impactado o herido en la sensibilidad por ver a los seres humanos tal y como son. Otra cosa distinta sería la contemplación tendenciosa, pecaminosa de estos cuerpos, en este caso estaríamos ante una previa malicia, obsesión sexual o prejuicio injustificado por parte del contemplador. Porque, vamos a ver... ¿de qué debemos avergonzarnos al vernos tal y como fuimos creados?. La verdadera fealdad no está en el cuerpo sino en el interior y nuestros cuerpos son como son, unos más estéticos y otros menos, pero siempre habrá alguien que los encontrará atractivos.
En el mundo del arte ha sido constante la búsqueda de la belleza del cuerpo humano, sobre todo femenino, dada la supremacía de pintores varones. Pero las trabas para pintar este tema han sido innumerables. La iglesia católica siempre ha considerado el desnudo como algo tabú, inductor de bajas pasiones, objeto de vergüenza y fuente primera de pecado y apartamiento del evangelio. No digamos la religión islámica, que prohíbe la representación de personas y animales, desnudos o vestidos. Muchos pintores han sufrido persecuciones y procesos judiciales por pintar desnudos (Goya). En ciertas épocas hubo más permisividad, por ejemplo en el Renacimiento, cuando se admiraba a griegos y romanos y se copiaban sus desnudos. Pero siempre había que buscar una excusa para representar un cuerpo desnudo: o era una diosa antigua como Venus o Afrodita (diosas de la belleza carnal), o era Diana (otra diosa) saliendo del baño o era una dama a quien se le caía la ropa inadvertidamente, etc. El primero que se atrevió a pintar un desnudo sin excusas fue Goya con su famosa “Maja Desnuda” y ese atrevimiento le costó un proceso de la Inquisición.
En muchas pinturas murales se representaban desnudos en escenas que así lo exigían (Adán y Eva, los pecadores en el infierno, etc.) pero “casualmente” siempre había una ramita, hojas, telas que cubrían los atributos sexuales.
Tal vez por estas prohibiciones y persecuciones como por la indudable atracción que ejerce sobre nosotros la contemplación de un bello cuerpo, hemos de admitir que resulta un tema artístico sumamente interesante y sugerente, que exacerba nuestra imaginación y cultiva nuestro sentido estético. Aunque aquí abogamos por la total libertad del artista creador, siempre es más agradable la representación hecha con sensibilidad y buen gusto que la realizada de manera basta y soez.
Contempla estos desnudos y deléitate con ellos, ya pasó la Inquisición y la censura y nuestras mentes son más libres, abiertas y sinceras que las de nuestros antepasados. No hay en ellos pecado, sino belleza, y nunca debemos sentir vergüenza por admirar la belleza (Dios la creó).


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